A LA H. JOAQUINA GÓMEZ LOMBA
Tolosa, 21 febrero 1906 MF III 47. No autógrafa. Escrita por Ángela Cipitria y firmada por la M. Cándida.
Desde Tolosa, en donde se encontraba desde el 19 de octubre del año anterior (cf. DSn 2 p.153; DT 10 p.40ss), la M. Cándida va acompañando, con particular interés y afecto, la evolución progresiva de la enfermedad de Antonia Robles, la primera consultora y vicaria general, recientemente confirmada en su doble misión por el segundo capítulo general. En su correspondencia con Joaquina Gómez, maestra de novicias en el noviciado de Salamanca, se refiere con frecuencia a este asunto, expresando el deseo de que la enferma recobre sus fuerzas y testimoniando que la tiene muy presente en sus oraciones y que desea poder verla pronto. El día 16 de enero, al recibir el telegrama que le comunicaba la extrema gravedad del estado de Antonia, no puede satisfacer su deseo de ponerse en camino hacia Salamanca, por encontrarse también ella enferma. Recibe en Tolosa la noticia de la muerte de su “querida y amada hija…, que tanto le ayudaba”” en la tierra, y de quien espera la siga ayudando desde el cielo. En las expresiones con que hablan de este fallecimiento, tanto los Diarios del colegio y del noviciado de Salamanca como Joaquina Gómez en una carta escrita el 19, se entrevé algo del papel tan importante que Antonia Robles había desempeñado en la historia de la Congregación en sus primeros años (cf. cta.9 nt.intr.), se perciben las huellas profundas dejadas por su presencia entre las Hijas de Jesús y se siente el vacío que quedaba con su muerte (cf. DSn 3 p.181-184; DSc 23 p.30-35 y C FI 4,159b).