A LA H. ANTONIA ROBLES HERNÁNDEZ
Segovia, 25 mayo 1889 MF I 9. Autógrafa.
La M. Cándida mantuvo una abundante correspondencia con Antonia Robles. Las cartas que le escribió constituyen el bloque más numeroso que se conserva dirigido a una sola persona. De las 283 cartas que nos han llegado anteriores a la muerte de Antonia (17 de febrero de 1906), 161 son para ella. De Antonia se conservan 414 dirigidas a la M. Fundadora, importantísimas, junto con las de Isabel Antón, para el estudio de las escritas por aquélla. En realidad, las cartas se completan e iluminan mutuamente. En muchas ocasiones, estas cartas van juntas. Incluso, alguna vez, el pliego está empezado por una de las dos y terminado por la otra. Y, casi siempre, Isabel es sencillamente la secretaria de Antonia, encargada de contar en su nombre a la M. Fundadora las noticias del colegio de Salamanca, hablarle del estado de salud de las Hermanas, trasmitirle la opinión de d. Ramón Barberá sobre tal o cual asunto. Como hecho correlativo, nos encontramos con diez cartas dirigidas por la M. Cándida a Antonia e Isabel y, sobre todo, una referencia frecuentísima a la segunda en las cartas dirigidas a la primera. A lo largo de toda esta correspondencia, llama la atención la actividad múltiple de Antonia Robles y su papel en la vida de la Congregación. Mucho antes de ser nombrada oficialmente superiora y consejera general (1894), la M. Fundadora trata con ella no sólo lo que se refiere a la comunidad y colegio de Salamanca, sino los asuntos relacionados con toda la Congregación. Es frecuente en la correspondencia, por ejemplo, el tema de los destinos y el de la admisión de jóvenes al noviciado. El que hasta 1902 las Hijas de Jesús dependan del obispado de Salamanca, al que había que consultar continuamente, unido al hecho de que Antonia Robles residiese en esa ciudad, podrían dar razón del puesto verdaderamente clave que ella ocupa en estos años. Por otra parte, aunque no puede emitirse un juicio suficientemente maduro, hay que decir que, a primera vista, no siempre se logra encontrar una explicación para justificar su grado de intervención en los asuntos de la Congregación, que, prácticamente, pasan todos por su conocimiento. Como característica concreta de las primera cartas dirigidas a Antonia que se conservan –las que van hasta el año 1889-, resalta en seguida la confianza personal con que la M. Fundadora la trata y esa manifestación de sí misma, llena de espontaneidad, que brota en algunos párrafos, y que, aun adquiriendo otros matices, no desaparecerá del todo en la correspondencia de los años posteriores, cuando la relación entre las dos tenga caracteres bien distintos. Son rasgos que se ponen quizás más de relieve por el “tú” que usa la M. Cándida al escribirle, tratamiento que no aparece en las cartas a ninguna otra Hija de Jesús.