A LA H. ÁGUEDA HERNÁNDEZ CALVO
Salamanca, 4 junio1912. MF IV 163. No autógrafa. Escrita por Joaquina Gómez y firmada por la M. Cándida.
En el Archivo Histórico de las Hijas de Jesús se han conservado numerosas cartas de las doce Hermanas que formaron parte de los dos grupos enviados al Brasil por la misma M. Cándida (cf. Fund. Brasil). Se trata de una correspondencia muy significativa, que nos da a conocer aspectos valiosos en la profunda humano-religiosa de los primeros miembros de la Congregación dispersados en lejanas tierras por la fuerza de un envío. En las expresiones, penetradas de ternura y profundamente reveladoras de una clara perspectiva de fe existencialmente asumida, se entrevé lo costoso que fue para todas ellas la separación física de la M. Fundadora. Por otra parte, con formas diversas y matices distintos, nos deja percibir ya la tensión que empiezan a experimentar entre el deseo de trasplantar a las nuevas tierras el contenido esencial de su gracia carismática en la expresión propia que le ha dado su cuna española y las exigencias de una verdadera inculturación que hiciera posible la vocación brasileña de la Hija de Jesús y la eficacia apostólica de la misión educativa del Instituto en la Iglesia del Brasil. Tienen miedo de perder elementos nucleares en la aclimatación al nuevo ambiente; a la vez, la apertura universalista del mismo carisma les urge a un serio discernimiento que les dé seguridad en el camino hacia la traducción brasileña del don que el Señor ha hecho a la Iglesia en el Instituto de las Hijas de Jesús. Aunque en algunos momentos de esta correspondencia se haga alusión a la alegría de que el Señor las ha hecho experimentar con las cartas que reciben de la M. Cándida, no se ha conservado en el Archivo más que ésta. Águeda Hernández Calvo, su destinataria, formó parte del segundo grupo destinado al Brasil, participando así de la fundación del colegio de Moji Mirim (São Paulo) (cf. cta. 21 nt. 1). En esta respuesta, sencilla y espontánea, que da a una cariñosa felicitación recibida de Águeda, la M. Cándida pone de relieve con fuerza, aunque brevemente, aspectos profundamente significativos en el momento histórico que vivía la Congregación. Acentúa la dimensión de afecto humano vivido desde la fe e iluminado por esta luz, que ha de unir a los miembros de la Congregación entre sí y con ella, que lo preside, y como que estimula con sus palabras la búsqueda de una comunicación más profunda. A semejanza de Ignacio de Loyola, coloca en esta unión, que tiene su fuente en el amor de Dios revelado en Jesucristo, la causa más profunda de toda fecundidad apostólica de los miembros de la Congregación dispersos por el envío.